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Vestiduras nuevas

 

Dios nos amó y nos eligió para que seamos su pueblo santo: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos" (Colosenses 3:12-15). Dios extiende su misericordia y llamado a todos por igual. Él preparó todo, desde antes de la fundación del mundo y por su gracia, lo hizo posible a través de su vida, muerte y resurrección. Gracias a Él, obtuvimos el perdón de pecados: "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7).

Si hay algo que a la mayoría de las mujeres siempre nos ha gustado, es la ropa. Nuestro ropero desbordaba de prendas de todo tipo y a veces que al ser tantas, no alcanzábamos a usarlas todas. Sabemos, que para cada prenda, hay un diseñador y cada diseño; es para vestirnos según la ocasión lo amerite.

Un diseño espiritual

"Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús…" (Efesios 2:10a). Es fácil reconocer a alguien por su vestimenta: un médico, un policía, un bombero, un obrero, un agente de tránsito, un piloto de avión, un jugador de fútbol, etc. Simplemente al verlos, podemos identificar su labor. Asimismo, un cristiano también tiene una vestimenta exclusiva, espiritual, que lo hace diferente y que le ayuda a cumplir con los propósitos de Dios. La debemos cuidar, valorar e incluso renovar: "y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3:10).

Dios es el diseñador. Nos preparó nuevas prendas con las cuales debemos vestirnos como escogidas de Dios y estas vestiduras tienen diferentes características. “Vestíos… de entrañable misericordia, de benignidad…” (Colosenses 3:12), no es algo superficial, es algo profundo. "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mateo 5:7). Dios por su amor y misericordia nos perdonó y nos salvó, y ese amor y misericordia debemos dársela a los demás. Debemos vestirnos de misericordia, de benignidad: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efesios 4:32). Podemos ser benignos por su gracia. Debemos vestirnos de humildad, de mansedumbre y paciencia siguiendo su ejemplo: "Y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Si hay alguien digno de imitar en cuanto a humildad y mansedumbre es nuestro Señor. "Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor" (Efesios 4:2).

Una de las cosas que más nos cuesta, es vestirnos con paciencia. No es precisamente lo que más caracteriza al ser humano, por eso debemos cultivarla. Imaginemos si Dios no nos tuviese paciencia, ¿qué sería de nosotras? "Mi Dios es muy tierno y bondadoso; no se enoja fácilmente, y es muy grande su amor. No nos reprende todo el tiempo ni nos guarda rencor para siempre. No nos castigó como merecían nuestros pecados y maldades" (Salmos 103:8-10 TLA). Dios es amor y Él nos vistió de su amor: "Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2).

Preparándonos para nuestro encuentro

Estas vestiduras nuevas, es obra de nuestro Señor. Son para la gloria y honra de su nombre. “Cristo quiso regalarse a sí mismo una iglesia gloriosa, apartada del mal y perfecta, como un vestido sin una sola arruga ni una sola mancha, ni nada parecido” Efesios 5:27 (TLA).

Con gran gozo nos preparamos para el día que nos uniremos eternamente junto al Señor, en su morada eterna.

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:7-8). Son las vestiduras de la justicia de Cristo, imputada para justificación e impartida para santificación.


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