Podemos pensar que esta mujer estaba llena de la bendita Palabra de Dios, la que no solo atesoraba en su corazón; sino que también vivía esa palabra. Supo instruir a sus hijos en los santos y sabios caminos del Señor. Su mayor anhelo fue hacer la voluntad de Dios; y se esforzó por lograrlo, sabiendo que no sería en vano.
Todo lo que Dios demanda de nuestra vida es beneficioso para nosotras y nuestras familias. Solo con los preceptos del Señor edificaremos como mujeres sabias. Hay promesas de bendición en la obediencia.
Encontramos en Deuteronomio 28:1-4: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas”. Esta encomiable labor fue hecha por ella sin tardanza, ni dilaciones. No hubo pereza ni desidia. No pensó: “Alguien más lo hará o espero un tiempo mejor, ahora es muy difícil”. Al contrario, puede verse que lo hizo con esmero.
¡Dios debe siempre ocupar el primer lugar en nuestro corazón! Esto ordenará el resto de nuestras prioridades en el lugar correcto. Deuteronomio 6:4-6 dice “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”.
Debemos almacenar las Sagradas Escrituras en nuestro corazón. Colosenses 3:16 nos dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”. Solo así, podremos transmitírsela a nuestros hijos. No debemos tener temor de enseñarles y repetirles hasta que ellos puedan asimilarla y quede grabada en sus corazones.
Debemos buscar ese tiempo para meditar en su Palabra. ¡Es muy importante! Pidamos sabiduría al Señor. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, El cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”, esto lo encontramos en Santiago 1:5.
Viviendo su Palabra podremos ser ejemplo para nuestros hijos. Ellos miran atentamente qué actitudes tenemos en distintos momentos, y sin duda nos imitarán.
Instruir significa: enseñar, doctrinar, comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos. Dar a conocer a alguien el estado de algo, informarle de ello, o comunicarle avisos o reglas de conducta. Como sinónimos de instruir encontramos: Ilustrar, formar, educar, aleccionar, encausar, informar, prevenir. Hacer algo sistemáticamente, significa: algo metódico, ordenado, organizado, minucioso, regularmente, ordenando prioridades.
La Biblia, en Éxodo 2:1-3 nos relata el nacimiento de Moisés: “Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses. Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río”. En ese momento el pueblo de Israel estaba siendo sometido a una dura servidumbre. Los egipcios los afligían sobrecargándolos, obligándolos a hacer agotadoras tareas.
Los padres de Moisés también eran esclavos de este malvado Faraón; el cual había ordenado a su pueblo dar muerte a todo hijo varón que naciera a los hebreos. Solo se preservaría la vida a las niñas. Al tener este niño y conservarle la vida, sus padres desafiaron la apremiante orden; aún a riesgo de sus propias vidas. Solo confiaron en la protección y soberanía de Dios. Se refugiaron en Él y confiaron en sus promesas. “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey” (Hebreos 11:23).
¡La fe en Dios venció todo temor! Dios orquestó de tal manera cada detalle a favor de su madre. Si volvemos a Éxodo 2 versículos del 4 al 9: “Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería. Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase. Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste. Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió”. Pudo tenerlo con ella misma y criarlo. Pero sabía que no tenía mucho tiempo, que en algún momento debería llevar al niño con la hija de Faraón. Ella podía haberse enojado con Dios, haber renegado de su fe. Pero muy por el contrario, su fe estaba más firme y fuerte. Vio la providencia de Dios, y eso fortaleció su confianza. El mismo Dios que había guiado todo hasta ese momento, así lo seguiría haciendo. No dudó de la fidelidad de su Señor. Una madre abnegada que se rindió a la voluntad de Dios.
¿Qué hubiera pasado si ella hubiese dicho: “No, es mi hijo, es mío, es mi todo, me pertenece; jamás se lo entregaré”? Acá hubo un corazón que entendió que los hijos no son nuestros: le pertenecen al Señor. Esta es una verdad que toda mamá debe saber y aceptar. Debemos guiarlos hacía Él y permitir que Dios cumpla su propósito en sus vidas. No seamos tropiezo a la obra que el Señor quiere llevar a cabo en sus vidas. A veces nos tornamos madres sobreprotectoras, haciéndolos débiles y temerosos. Creemos que si no estamos ahí, no podrán lograrlo. Y esto puede frustrarlos, e impedir que ellos mismos aprendan a depender de Dios; y no de nosotras.
Debemos formarlos para que sean hombres y mujeres de valor, de verdad; que haya virtud en sus vidas; y que su temor sea el Señor. Jocabed instruyó a Moisés en los caminos de Dios. Inculcó en él la verdadera fe. Cada día y en forma minuciosa habrá aprovechado, mientras lo tenía con ella, de recordarle los preceptos de Dios. Tenía que grabarlos en su corazón; no solo en su mente. Tenía una tarea urgente que realizar, no debía perder tiempo. En Egipto reinaba la idolatría, se adoraba a dioses falsos, se les rendía culto. Moisés sería expuesto a toda esta sabiduría humana. Y de hecho así sucedió. Hechos 7: 22 b nos dice: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios".
Hoy salvando las distancias y diferencias de épocas, nuestros hijos también son expuestos a diversas enseñanzas contrarias a Dios y su Palabra. Diferentes ideologías y corrientes de pensamientos. Un sistema basado en la rebeldía hacia Dios que quiere imponer costumbres y filosofías lejos de los principios bíblicos. Este modelo totalmente alejado de la Palabra de Dios, solo lleva a la ruina espiritual; a vivir vidas miserables y sin Dios. Sus corazones tiernos, sensibles, sus mentes en formación pueden absorber todo esto, casi sin darnos cuenta, si no estamos atentas y encausando sus vidas diligentemente. Efesios 5:15-16 dice: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.
Jocabed fue diligente. Cumplió su rol de madre. No era un tiempo agradable. Pero había fe en su corazón. Y es que nada es suficiente impedimento cuando hay una firme resolución del corazón, cuando se ama a Dios con todo nuestro ser. Miremos el gran mandamiento: Deuteronomio 6:4-7 “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. En ese tiempo, que se escurría de sus manos, no habrá dejado ni un día sin repetirle las enseñanzas de Dios. Esta mujer de Dios se hizo fuerte en medio de todas las imposibilidades que tenía. No miró las circunstancias; sino a Dios. Ella jamás imaginó lo que Dios haría con la vida de ese hijo que tuvo en sus brazos, que amamantó y al que tan cuidadosamente preparó para que nada de lo que viviera en el palacio de Faraón afectara su fe. No tuvo la verdadera dimensión de la gran obra que Dios haría en la vida de Moisés. Cómo lo usaría para traer liberación a su pueblo esclavizado por Faraón.
En Números 12:3 nos dice: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra”. Moisés fue preparado en todo por Dios. Llegó a ser un hombre con un carácter apacible, afable. Podemos ver en distintas situaciones su paciencia, templanza, mansedumbre, su fe. Resultados del fruto del Espíritu en su vida y seguramente de lo que su madre le había inculcado: lo agradable que este carácter era delante de Dios.
Más adelante, Moisés tomaría grandes decisiones de fe. Esta fe mucho más preciosa que cualquier tesoro de esta tierra. En Hebreos 11:24-25 encontramos la galería de los héroes de la fe. “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”. ¡Qué importante fue que su madre cumpliera esta valiosa tarea encomendada por Dios!
De la misma manera, nos es encomendada hoy a nosotras. Es una tarea ardua y constante, (hasta a veces agotadora). ¡Pero que tiene preciosas recompensas! Al pasar los años, tu corazón se llenará de alegría y gratitud al Señor; al ver, que como resultado de tu dedicación en educarlos, instruirlos y disciplinarlos; los ves crecer obedientes, respetuosos, que saben decir: “gracias”, “por favor”, o pedir perdón. Cosas tan elementales, pero que lamentablemente, hoy se están perdiendo. Basta con salir a la calle y ver niños maleducados, irrespetuosos, aún con sus padres. Dios no quiere eso para nuestros hijos. Porque al final sufrirán; y nosotras con ellos. Proverbios 29:15 dice: “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”. Si pones atención a los sabios consejos que el Señor nos dejó en su Palabra, tus hijos serán personas responsables, estudiosas, trabajadoras. ¡Hay muchas satisfacciones! Y lo más importante: ¡Amarán a Dios y guardarán sus mandamientos!
Cuántas madres hoy sufren por ver a sus hijos en caminos torcidos, por tantas propuestas de perdición que abundan el día de hoy. Otras lloran sobre lo irremediable, pensando que ya es tarde. ¡Pongamos toda diligencia en guiarlos en el camino de Dios; en enseñarle su Palabra! Nunca será en vano, ni tu esfuerzo, ni tus lágrimas. Aún tus frustraciones cuando parezca que todo tu esfuerzo es infructuoso. Mira esta hermosa promesa que está en el Salmo 126:5 “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas”.
Sigue sembrando la buena semilla que a su tiempo segarás, si no desmayas. Y algo muy importante: riega siempre esta buena semilla con oración. Lo necesitarás en todas las etapas de vida de tus hijos. Niñez, juventud y hasta en la adultez. Habrá cosas que aunque te esfuerces, no lograrás sin la dependencia del Señor. Y lo más importante que podrás hacer es orar al que todo lo puede: a Dios.
Cuenta una mamá de la congregación, que esperó 10 años el regreso al Señor de uno de sus hijos. Nunca perdió la confianza en Dios. Sabía que en algún momento esa Palabra que había sembrado en su corazón, daría el fruto esperado. Desde pequeño lo llevaba a la iglesia siempre. Hace unos años volvió al Señor y Dios está haciendo una obra preciosa en él; ¡y no solo en él, sino también en su familia! ¡La palabra de Dios se cumplió! “Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). En los cuadernos de clases para niños de la iglesia, siempre ella les ponía a sus hijos, como portada, este versículo. ¡Ese hermoso recuerdo llena su corazón de alegría hasta el día de hoy! Todo lo que sembró en su momento, da fruto en su tiempo.
¡Dios escucha tu oración, Él ve tus lágrimas! Su corazón se conmueve al escuchar los ruegos y el clamor de una madre. Él ve tu dolor. El evangelio de Lucas 7:11 nos cuenta de una mujer viuda con un único hijo, que había muerto. Jesús pasaba por allí y al ver el cortejo y a su madre llorando, se detuvo. Él no pasó indiferente. Se acercó, tocó el féretro; ¡Y volvió a la vida a su hijo!
Mira a la cruz de Jesús. ¡Él murió, resucitó y tiene todo poder! ¡Su palabra es como martillo que quebranta la piedra! El duro corazón, no puede resistir, en algún momento se quebrantará ante el amor indescriptible de nuestro Dios. Dios puede poner un corazón nuevo, tierno y obediente. Ezequiel 11:19 “Yo les quitaré ese corazón duro como la piedra, y les daré un nuevo corazón y un nuevo espíritu”.
Si hasta aquí no has puesto por obra este mandato de Dios porque lo desconocías, o porque no te parecía importante; hoy te animo a que sin tardar lo puedas hacer. Nos tocan vivir tiempos peligrosos, muchos entretenimientos atraen la atención de los niños y los jovencitos: aún de los mayores. ¡Seamos sabias y obremos en consecuencia! ¡Sin demora, con rapidez! Paso a paso, con paciencia pero con constancia. ¡Serás una gran bendición para tu familia! Verás la recompensa de Dios, así como vimos con la vida de Jocabed.
Elige instruir, nutrir, enseñar. Siembra en sus corazones los caminos de Dios y tendrás una preciosa cosecha. Recuerda a la mujer virtuosa de Proverbios 31:28 y 29 “Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas”. Obtuvo el reconocimiento de sus hijos, y no solo eso; también fue alabada por su esposo. Ellos la llaman bienaventurada=feliz, dichosa. Corazones agradecidos a una mujer que supo edificar su familia sobre la Roca, que es Cristo. Valiente, esforzada y dependiente de Dios en todo tiempo. Esto mismo, es lo que Dios espera de nosotras.
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