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Un falso arrepentimiento



“Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios” (Éxodo 2:23-25).

El libro de Éxodo nos relata la salida del pueblo de Israel de Egipto, ellos habían sido reducidos a la esclavitud por un tirano Faraón que no conocía a José. En medio de tan duro maltrato a que eran sometidos, claman a Dios y Él determina liberarlos. ¿Y quién podrá impedirlo? “Pero si él determina una cosa, ¿Quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo”, nos dice Job 23:13. Podemos ver y comprobar en esto, el gran amor y fidelidad de Dios, que jamás abandonará a sus hijos y que todo lo que permite en nuestra vida, tiene un tiempo perfectamente controlado por Él. Nunca dudemos de su amor y en que Él, es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones y tentaciones. ¡Su ayuda nunca nos faltará!

Dios llama a Moisés para esta gran misión, quien en aquel tiempo se encontraba viviendo en tierra de Madián, apacentando las ovejas de su suegro Jetro. Huyó cuando Faraón quiso matarlo al saber que él dio muerte a un egipcio que maltrataba a uno de sus hermanos hebreos.

Pero antes de introducirnos en el tema, veremos el significado de las palabras: arrepentimiento y falso. Arrepentimiento: Literalmente volver o volverse, dejar el pecado atrás, cambiar la manera de pensar y de vivir, volverse a Dios. Falso: Engañoso, fingido, simulado, falto de realidad o veracidad. Veamos el significado de verdadero: Que se ajusta a la verdad, real, cierto, efectivo.
Ahora sí, volvemos al relato bíblico. Dios se revela a Moisés como el Dios eterno, el YO SOY EL QUE SOY, Jehová; de en medio de una zarza. Moisés debía hacer saber a Faraón que Jehová le ordenaba que dejase ir libre a su pueblo para ofrecerle sacrificios y recibir la tierra que fluye leche y miel. Una tierra rica y productiva, prometida siglos antes a Abraham, Isaac y Jacob. ¡Dios siempre cumple su Palabra!

Moisés intenta convencer a Dios de su incapacidad y su torpeza para hablar, Dios le concede ir con su hermano Aarón. Él vuelve a Egipto y se presenta junto a su hermano al Faraón y le dan a conocer el mandato de Dios. Lo anticipado por Dios se cumple: Faraón no solo endurece su corazón sino también las condiciones de trabajo de los hebreos.
A partir de esto, la mano de Dios sería contra Faraón y los egipcios. Las grandes maravillas y milagros se sucederían una tras otra. Dios no solo se daría a conocer como el único Dios verdadero a Faraón sino también a los hebreos; su pueblo incrédulo. Y aún también a los hechiceros que continuamente resistían a Moisés, pero que aunque imitaban, nunca pudieron cambiar o evitar los juicios de Dios; y tuvieron que reconocer: “Dedo de Dios es éste”.

Las plagas y la dureza del corazón de Faraón

El juicio de Dios comienza a ser ejecutado. Antes de cada plaga Moisés es enviado por Dios para advertir a Faraón que deje ir a su pueblo y ante el endurecimiento de este, el juicio es consumado. Faraón, al verse rodeado y afligido por las terribles consecuencias de su rebeldía y obstinación, se desmoronaba e inmediatamente mandaba a llamar a Moisés para que intercediera ante Dios y la plaga fuera quitada; con la falsa promesa de dejar ir libre al pueblo. Éxodo 9:27 “Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos”.

Podríamos pensar que este reconocimiento de su pecado era verdadero, pero solo en unos versículos más abajo nos daremos cuenta que esto de ninguna manera fue un arrepentimiento sincero, genuino. Solo buscaba el alivio a lo que estaba padeciendo en ese momento. Éxodo 9:34 “Y viendo Faraón que la lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron su corazón él y sus siervos”. Ya su corazón se iba endureciendo cada vez más hasta hacerse completamente insensible, quedando su conciencia cauterizada por el pecado.

¿Cuántas veces Dios en su gran amor, nos confronta con nuestro pecado a través de su Palabra, mostrándonos lo que realmente hay en el corazón? Quiere limpiarnos de todo aquello que nos separa de Él y nos daña. Permite situaciones que nos hagan reflexionar, que reaccionemos y cambiemos el rumbo equivocado que estamos tomando. Nos hace ver las malas decisiones que solo traerán dolor y ruina si no nos arrepentimos.

En medio de circunstancias adversas, se puede reconocer el pecado y hasta pedir perdón a Dios, aún con lágrimas, pero lamentablemente no hay un cambio, el pecado aún permanece arraigado en el corazón. ¡Qué grave peligro implica esto! Esto nos dice Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Esta es la verdad de Dios, para Él no hay medias tintas. Él nos revela su voluntad; y su voluntad es buena, agradable y perfecta. El obedecerla trae bien a nuestras vidas.

Al mirar la vida de Faraón nos damos cuenta de la gran rebeldía que tenía contra Dios, y de la obstinación de su corazón, en sus oscuros designios contra el pueblo del Señor. Al sufrir la plaga de ranas, una vez más llama desesperadamente a Moisés y a Aarón. Cuando Moisés le dice a Faraón que le diga cuándo quiere que ore por él para que la plaga sea quitada, el Faraón le responde: “Mañana”. ¿Logramos ver su insensatez? Esto me trajo a memoria el ladrón en la cruz que estaba al lado de Jesús. Le dijo al otro ladrón que injuriaba al Señor: “… ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?” (Lucas 23:40b).

Aún en plena aflicción, ¡cuánta dureza de corazón!

Muchos al ver las consecuencias de su propio pecado, se enojan con Dios en vez de reconocer su culpabilidad. Dios respeta nuestras decisiones, ¡Él no nos forzará! El pecado enceguece; no hay temor de Dios el corazón; el entendimiento se embota y da lo mismo pecar, mentir, robar o llevar una doble vida. ¡No nos permitamos este comportamiento; huyamos del pecado y corramos a Dios!

El rey David experimentó lo grande de la misericordia de Dios cuando acudió a Él en arrepentimiento por haber pecado, con un corazón contrito y humillado, como leemos en el Salmo 51:17. No hay pecados grandes o pequeños; delante de Dios; el pecado es pecado y requiere un verdadero arrepentimiento.

Nunca se humilló

Faraón pecó una y otra vez delante de Dios, nunca se humilló ni se arrepintió de su maldad; solo mostró un falso arrepentimiento. Nunca hubo sinceridad en él. ¡Qué peligrosa actitud! Creer que podemos engañar a Dios, que podemos transgredir sus mandamientos sin consecuencias, darnos el “lujo” de no perdonar, vivir en desobediencia sin arrepentirnos; sin dar frutos dignos de arrepentimiento.
¡Miremos con temor este ejemplo que Dios nos dejó en su Palabra, para que no cometamos tan gravísimo error! Su obstinación lo llevó a su vergüenza y destrucción.

Podemos pensar en el fracaso y frustración del faraón al ver a su ejército ser cubierto por las aguas. “Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno” (v. 28). Su derrota, su vergüenza, su caída. El pueblo que quedó en Egipto; solo vio destrucción por el empecinamiento de un hombre; mujeres sin esposos, padres sin hijos y una extrema pobreza. El pecado trae consecuencias, es destructivo. Endurecer el corazón ante Dios es sumamente peligroso. Caminar tras un corazón duro e impenitente es la ruina de los pecadores que, sin arrepentimiento, rechazan los caminos del Señor.

Llamadas a arrepentirnos

Dios sigue hablando hoy, por medio de su Hijo Jesucristo, como dice Mateo 4:17 “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Jesús se compadeció al ver a las personas como ovejas sin pastor, porque nadie les enseñaba realmente el camino de Dios y la voluntad del Padre. ¡Él vino para esto!
Y eso no ha cambiado. Jesús sigue extendiendo su amor, su misericordia a un mundo dañado, afectado por el pecado, por darle la espalda al Único que puede salvar.

Hay ruina y muerte a causa del pecado: la Biblia dice que el pecado consumado da a luz la muerte. “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). Puede parecer muy atractivo al principio transgredir los mandamientos de Dios, y en apariencia, el tiempo transcurre sin que nada malo suceda, pero Dios nunca miente: ¡Él es veraz!

El pecado siempre tendrá su justa retribución: aquí y en la eternidad; condenación eterna, separados para siempre de la santa presencia de Dios, y en tormento eterno. Romanos 2:5-6 Dicta esta sentencia: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras”. Pero en Cristo, hay esperanza. Leamos cómo continúa “Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (v.7) ¡Qué maravillosa promesa! ¡Un gozo y una dicha sin fin nos espera, por toda la eternidad! 1 Juan 1:9 dice “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. No esperes que las consecuencias lleguen; es muy difícil vivir así. El llamado es claro: “…Cuando oigan hoy su voz no endurezcan el corazón” (Hebreos 4:7b NTV).

En Job 22:21-23 encontramos una invitación y promesa a la misma vez

“Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley de su boca, Y pon sus palabras en tu corazón. Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; Alejarás de tu tienda la aflicción”. ¿No es maravilloso? ¡Dios es fiel y cumple su Palabra!

No importa cuánto hayas pecado o cuánto te hayas alejado de Dios, es tiempo de volverte a Él. Dios se deleita en perdonar; y echa a lo profundo del mar nuestros pecados cuando nos acercamos sinceramente, de corazón. La vida sin Dios es vacía y sin sentido, ¡solo en Jesús hay plenitud!

Nunca experimentarás la verdadera paz, si no tienes a Jesús en tu vida. ¡Es tiempo de buscar a Dios mientras puede ser hallado, antes que sea demasiado tarde y gimas al final, sin ninguna esperanza! ¡Recuerda que hay abundante bendición en el verdadero arrepentimiento!

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